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Los cielos nuevos y la tierra nueva impulsan las misiones mundiales

Las Escrituras no se escribieron como una colección aleatoria de textos desconectados. Presentan una narración coherente con un principio, un nudo y un desenlace. Los elementos de su trama son la creación, la caída, la redención y la restauración. La historia va hacia un lugar, y ese lugar son los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap 21:1-4).

Comprender que toda la historia avanza hacia esta esperanza escatológica da forma a nuestra motivación en las misiones. Dios es glorificado en la proclamación del evangelio, en la salvación de pecadores que no lo merecen y en la alabanza y acción de gracias que los pecadores salvados darán a Dios por toda la eternidad. En las misiones, estamos poblando los cielos y tierra nuevos con un pueblo redimido de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 7:9).

Las misiones no son simplemente ofrecer una forma de escapar del infierno. Estamos ofreciendo la ciudadanía en el reino eterno de Dios. En última instancia, nuestra motivación en las misiones es la gloria de Dios vista y experimentada en la nueva creación. Nada menos que eso dará forma y sostendrá a los misioneros en el campo.

Motivados por la gloria

Por supuesto, podemos reconocer otras motivaciones para nuestra misión, pero están por debajo de nuestro enfoque principal en la gloria de Dios. Una de ellas es nuestro deseo de mantener a las personas alejadas del infierno, una preocupación apropiada. Aunque el cristianismo moderno es reacio a hablar del infierno, es real, horrible y totalmente justo. Nuestro deseo de salvar a las personas de la condenación eterna a la que se enfrentarán sin Dios es una expresión de amor por nuestro prójimo.

Somos motivados por la gloria de los cielos nuevos y la tierra nueva para instar a otros a unirse a nosotros allí

 

Sin embargo, no solo ayudamos a las personas a evitar el juicio, sino que también las llamamos a experimentar aquello para lo que fueron creadas. Estamos invitando a las personas a una gloria indescriptible en la presencia de Dios. Las estamos invitando a una vida real, física, de gozo infinito en una creación renovada en la que todo dolor e injusticia han desaparecido para siempre; a una vida infinitamente buena, gloriosa, gozosa e interminable.

Se trata de una expresión de amor al prójimo más plena y rica que la simple oferta de escapar del infierno. Somos motivados por la gloria de los cielos nuevos y la tierra nueva para instar a otros a unirse a nosotros allí.

Mensaje de esperanza

Las buenas nuevas de los cielos nuevos y la tierra nueva también dan forma a nuestro mensaje. Las presentaciones evangelísticas suelen seguir el esquema de Dios, el hombre, Cristo y la respuesta. La narrativa sobre Cristo suele terminar con Su resurrección. El arrepentimiento y la fe se presentan como el camino hacia una vida eterna que nos aleja del castigo del infierno. Sin embargo, la doctrina de los cielos nuevos y la tierra nueva debería infundir esperanza a nuestras presentaciones del evangelio.

Sí, el evangelio incluye la vida, muerte y resurrección de Jesús (1 Co 15:1-4). Pero también incluye Su ascensión, Su reinado a la diestra del Padre, Su regreso y la restauración de todas las cosas en la nueva creación. Los beneficios ganados por Cristo y otorgados a través del evangelio incluyen el perdón de los pecados y la vida eterna.

Aún hay más.

Además de los beneficios de la salvación en esta vida, tenemos mucho más que esperar en la vida venidera. Las bendiciones de la salvación no están completas hasta nuestra glorificación (Ro 8:19-30) y solo se cumplirán en los cielos nuevos y la tierra nueva. ¡Estas son buenas noticias! Todo lo que está mal en el mundo se arreglará. Las cosas que se disfrutan tenuemente en esta vida se disfrutarán rica y gloriosamente en la otra. Esta esperanza es esencial para el evangelio y debe ser parte integral del mensaje del misionero.

Fortalecidos para resistir

Cuando comprendemos la doctrina de los cielos nuevos y la tierra nueva, nos sentimos fortalecidos para perseverar ante el sufrimiento. El servicio misionero es, en el mejor de los casos, incómodo y, en el peor, peligroso. Una de las preocupaciones más comunes que familiares y amigos plantean a los candidatos a misioneros es: «¿Pero no es peligroso?». Curiosamente, esa misma pregunta rara vez se dirige a los miembros de la iglesia que se unen al ejército, a pesar de que el servicio militar es más peligroso. Aparentemente es aceptable, incluso en círculos cristianos, arriesgar la vida por tu país pero no por tu Salvador.

La esperanza de la resurrección y la vida eterna en la gloria indescriptible de los cielos nuevos y la tierra nueva alimenta la perseverancia ante el sufrimiento

 

¿Cómo pueden los misioneros avanzar ante el sufrimiento? ¿Cómo pueden quedarse en el campo cuando sus compañeros y colaboradores nacionales mueren por el evangelio? La respuesta, por supuesto, es el evangelio. La esperanza de la resurrección y la vida eterna en la gloria indescriptible de los cielos nuevos y la tierra nueva alimenta la perseverancia ante el sufrimiento.

Como dice el apóstol Pablo: «Esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Co 4:17). La esperanza de gloria nos permite dejar atrás todo aquello que apreciamos, sabiendo que nos espera algo mucho mejor. Nos recuerda que todos los placeres, promesas y ambiciones de esta vida no son más que basura comparados con lo que está por venir. Podemos mirar directamente a la muerte, sabiendo que no es más que la puerta a una gloria eterna incomparable.

Nuestro anhelo misionero

Si queremos cumplir fielmente nuestra misión, debemos entender tanto la historia del mundo como la estructura de la Biblia como un gran relato de la obra soberana de Dios, que culmina en los cielos nuevos y la tierra nueva. Incluso hoy, toda la creación anhela esa nueva creación (Ro 8:19). Ese mismo anhelo debe dar forma y propósito a todo lo que hacemos en las misiones.

La promesa de la nueva creación debe motivarnos para llevar el evangelio a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. La buena nueva de los cielos nuevos y la tierra nueva debe ser un componente esencial de nuestro mensaje del evangelio. Ese mismo evangelio nos capacitará para perseverar ante las dificultades e incluso ante la muerte, sabiendo que nos espera una gloria y un gozo infinitos.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Zane Pratt vivió y trabajó durante 20 años en Asia Central antes de regresar brevemente a los Estados Unidos para enseñar en Southern Seminary en Louisville, Kentucky. Él y su esposa Catherine se encuentran actualmente en el proceso de retorno al servicio en Asia.

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